Hace 15 años, cuando estructuramos Ruta N con el objetivo de consolidar a Medellín como la capital de la innovación de Latinoamérica, definimos tres líneas estratégicas de intervención:
1. Cultura de innovación, para promover que la innovación se convirtiera en un aspiracional de los ciudadanos.
2. Plataformas de innovación, para desarrollar las capacidades en entidades de acompañamiento como incubadoras, aceleradoras, oficinas de transferencia y centros tecnológicos.
3. Negocios de conocimiento, para conectar a empresas, emprendedores e innovadores con las redes mundiales de conocimiento, de capital, de mercado y de servicios de manera bilateral, facilitándoles consolidar sus negocios de base tecnológica.
Luego, como Director Ejecutivo, le planteaba al equipo directivo de la entidad, que nuestro principal indicador de éxito era que el mercado madurara y se encargara del desarrollo de capacidades y la consolidación de negocios de alto valor agregado de Medellín para el mundo, siempre manteniendo la responsabilidad de impulsar la cultura de innovación a través de una oferta de programas continuos de sensibilización, difusión y formación, para que la cultura innovadora se convirtiera en un lenguaje común entre los ciudadanos, generando conciencia sobre la importancia de la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo y competitividad de la ciudad, teniendo como objetivo último que toda la ciudad vibrara y se contagiara de innovación, los ciudadanos demandaran productos y servicios innovadores y que se premiara la creación de valor agregado en las empresas existentes y las nuevas empresas, para competir en el mercado global.
Adicionalmente, durante estos últimos 15 años, he sostenido múltiples conversaciones y discusiones con líderes empresariales, académicos e incluso políticos sobre cultura, defendiendo siempre mi convencimiento de que las empresas y territorios deben promover una cultura basada en la innovación y la creatividad, que promueva la generación de ideas nuevas, la experimentación y la toma de riesgos calculados, donde se valore la creatividad, la imaginación y la apertura al cambio y las decisiones se tomen de manera descentralizada, se fomente el aprendizaje continuo y se busque la mejora constante a través de la innovación, fomentando una mentalidad en la que los errores se vean como oportunidades para aprender y mejorar y donde los ciudadanos y empleados sean alentados a asumir riesgos y a aprender de sus experiencias.
Ahora, considero que la pregunta clave es ¿cómo impulsar una cultura innovadora que promueva y abrace el cambio?
Y aun cuando es generalizada la línea de pensamiento de que para promover una cultura orientada al cambio y la innovación es necesaria la formación a gran escala e involucrar a todos, considero, por el contrario, que:
• Se debe iniciar con adoptadores tempranos, quienes por mentalidad e interés abracen el cambio.
• Hay que usar las victorias tempranas como ejemplo para los demás miembros de la organización y sociedad.
• Es necesario liderar con el ejemplo, donde los líderes demuestren con sus acciones (no solo con sus palabras) que son promotores y convencidos de que el cambio permanente les permitirá consolidar la innovación como una capacidad empresarial y territorial.
• Los seres humanos nos movemos por incentivos. Muchas veces se pregona una cultura orientada al cambio y la innovación, pero al mismo tiempo se premia mantener el status quo y el foco en resultados de corto plazo, no en la creación y consolidación de las opciones de futuro.
• Más vale enfocarse en pocas iniciativas de gran valor. El que mucho abarca poco aprieta, así que más vale impulsar y concretar unos cuantos resultados que realmente movilicen la organización, que gestionar y hacer a medias muchos proyectos de bajo nivel de impacto.
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